
LONDRES.-(AGENCIALAVOZ) Casarse con un príncipe puede parecer algo propio de un cuento de hadas, pero entrar a formar parte de una familia real exige sacrificios. Uno de ellos es la libertad de expresión. Puesto que la realeza es básicamente un símbolo, sus miembros deben complacer, o intentarlo, a todos los “súbditos”. En román paladino: que sus opiniones no importan o al menos no deben constar. En Reino Unido la cosa es muy seria y a ningún miembro de la Familia Real británica se le permite hablar en público de política desde el siglo XVII.
Y aquí es donde acaba de tropezar Meghan Markle, duquesa de Sussex desde mayo, desde que se casara con el Príncipe Harry. Ha tropezado o la han hecho tropezar. El caso es que se ha sabido que a la exactriz le ha gustado el resultado del reciente referendum por la despenalización del aborto que celebró Irlanda en mayo. Los irlandeses estuvieron de acuerdo en legalizar el aborto. Junto al Príncipe Harry, Meghan ha estado Irlanda en visita oficial. En su primera noche en Dublín, la capital irlandesa, ambos conocieron a diversos personajes “principales” del país en una cena ofrecida por el embajador británico en la capital irlandesa.
Hablaron de lo divino y lo humano, pero siempre con la máxima de la discrección. O no. A la diputada Catherine Noone le pudo el mal de las redes sociales. Necesitaba contar lo que había vivido y tal vez dio más detalles de los que resultaban políticamente adecuados. En su página de Facebook escribió: “La duquesa y yo hemos hablado sobre el referéndum, se mostró muy interesada y contenta con el resultado”.